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Una élite blanca que quiso trazar las buenas costumbres

Disciplina del Cuerpo   Manizales, jun. 13 de 2013 - Agencia de Noticias UN- Las élites blancas del siglo XIX buscaron expandir un proceso disciplinante de las masas, al infundirles sus “buenas maneras” y alentarlas a ingresar a la escuela para contar con mano de obra capacitada.

En el estudio del cuerpo, desde sus dimensiones estéticas hasta políticas, se observó cómo en Colombia, durante el siglo XIX, se vivió un proceso de alineación de las sociedades y de disciplina de los cuerpos que apelaba al mundo de la higiene y la salud, para avanzar en un camino civilizador.

“Se trataba de una cruzada para masificar las ‘buenas costumbres’ y ciertos hábitos que, se supone, correspondían a las esferas sociales de los blancos, tales como la responsabilidad y la proclividad al trabajo. A partir de este referente, se emprendió una campaña de higiene por la salud y por la dimensión intelectual y moral, para transformar a la población inclinada a vicios que debían superar”.

Así lo explica el investigador Carlos Yáñez Canal, docente de la UN en Manizales, que exploró este tema en la línea de investigación Cuerpo y Subjetividades, del programa de Gestión Cultural y Comunicativa de la sede.

Dicha población son los indígenas y afros que “debían”, según ese ideario, ser disciplinados para integrarse a la sociedad, con el argumento de que era la continuación de unas razas degeneradas que tienen elementos negativos como el ocio y la pereza.

Además, eran estigmatizados por vicios como el alcoholismo y un “espíritu parrandero”. Por lo tanto, debían ser ayudados para lograr integrarse al patrón de orden representado por las clases altas.

“Con base en una mirada cientificista y biológica del ser humano, basada en el positivismo, se gesta un régimen disciplinario de una sociedad de control. Este es orientado por un elemento ideológico fuerte de las élites del momento, que buscan estandarizar al otro según sus intereses en un mundo que se mide en términos de producción”, manifestó el estudioso.

A partir de los años veinte y treinta, se vivió un proceso de modernización por el cual la sociedad colombiana migró del campo a la ciudad. Durante este se emprendieron campañas masivas de escolarización, dada la necesidad de tener una mano de obra estructurada, disciplinada para el trabajo y capaz de desarrollar las labores de manufactura que comenzaban a darse en el país.

“En ese sentido, a principios del siglo XIX, apareció en Colombia un determinismo biológico ligado a la ubicación geográfica y basado en una mirada eurocéntrica (según la cual el hombre blanco es quien dinamiza la civilización, mientras que las otras razas son vistas como inferiores). Los intelectuales se plantearon dos procesos: uno de regionalización de las razas; y otro de racialización de las regiones. Así, fueron definiendo como cada zona está marcada por características raciales”, indica el profesor Yáñez.

En las zonas calientes estaban los afros; en otras, los indígenas; y, en otras, los mestizos. Por otra parte, la elite blanca se concentraba fundamentalmente en Bogotá, que abanderaba la cultura y el proceso civilizatorio bajo una visión centralista llamada a dirigir el destino del país, a pesar de ser tan diverso.

(Por:amej/CAPG/csf/fgd)

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