Manizales, jul. 03 de 2013 - Agencia de Noticias UN- En el siglo XX, las plazas centrales de Lima, Bogotá y Santiago de Chile vivieron transformaciones que exaltaron la nacionalidad de cada lugar y rompieron la tendencia a replicar ciudades europeas.
La investigación identificó los cambios que se dieron en las plazas fundacionales de estas tres capitales suramericanas y el momento en el cual dejaron de responder a la incorporación de modelos o modas extranjeras y empezaron a conformar una nacionalidad que se refleja en su espacialidad.
“Dicha transformación se dio por concurso arquitectónico, ofreciéndoles unas condiciones muy particulares porque hasta el siglo XIX y principios del XX las plazas habían respondido al modelo extranjero de la herencia española y luego a la francesa; por tanto, lo que se hacía en esos lugares era copiado en Latinoamérica, con lo cual se generaba que fueran exactamente iguales. Así, cuando en una sembraban árboles en las demás también lo hacían, si ponían rejas esta tendencia se replicaba, lo mismo si las quitaban”, indicó Carolina Marulanda, docente de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales.
El primer cambio tuvo lugar en 1939 en Lima, donde la identidad nacional fue expresada en el espacio con la incorporación de su pasado neocolonial y los empezó a distinguir.
Bajo esta idea se conformó la plaza. Se unificaron los costados exaltando lo colonial, se remodelaron todas las fachadas con balcones, y se retornó al Barroco que caracterizó las construcciones peruanas. De este modo, el espacio consiguió expresar su nacionalidad mediante un centro con un parque de fuente, un ajardinado que conserva las flores, y caminos en diagonal que dejan alrededor una escenografía muy conformada para mostrar la riqueza colonial.
Por su parte, la transformación de la plaza de Bogotá se dio en 1959. Este espacio incorpora las tendencias de la arquitectura moderna, en un concepto que aboga por unificar el uso para generar una lectura hacia la función particular para la que fue pensado.
Según indicó la profesora Marulanda, “se despejó el espacio, dado que primaba la idea de exaltar el Estado por medio de un gran sitio de congregación y se agruparon alrededor todas las instituciones que representaban autoridad y poder, como la Iglesia, la Presidencia, el Senado, la Alcaldía y el Palacio de Justicia”.
En Santiago sucedió en el año 1999. El espacio incorpora un sincretismo cultural reflejado en una plaza bastante diversa donde se exaltan todas las manifestaciones particulares y propias del lugar. En este sentido, se construyó una plaza con una parte completamente despejada como la de Bogotá y otra de jardín como la de Lima.
“El espacio asumió esas dos condiciones. En el sector ajardinado se dio pie para desarrollar actividades cotidianas de las personas que permanecen en el lugar, los vendedores de algodones, el fotógrafo, el lustrador de zapatos… incluso dejan un zócalo donde se ubican artistas para pintar y vender sus obras; y la parte despejada es una escuadra con un espacio destinado para eventos de congregación”, expresó la docente.
Esta investigación fue realizada como tesis de la Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la UN en Bogotá, la cual recibió Mención Meritoria y se presentó en Cuba en el mes de mayo en el VIII Encuentro Internacional Ciudad, Imagen y Memoria.
(Por:Fin/amej/sup)