Manizales, jul. 08 de 2013 - Agencia de Noticias UN- Es necesario ampliar el debate sobre su vínculo, para construir una sociedad encauzada en el desarrollo y enfocada en la calidad de vida de los ciudadanos.
Su relación ha estado marcada por tensiones de diferente índole. Lo cultural se piensa en torno a las maneras de vivir, las formas de ser, los hábitos, las costumbres, los anhelos y los imaginarios de las personas. Lo económico es remitido a un asunto pragmático, racional, circunscrito a la lógica de los números en la búsqueda de la utilidad.
“La separación de ambas dimensiones es artificiosa. La economía suele enmarcarse en un plano casi abstracto que se acercaría más a las ciencias exactas que a las sociales, sin tener en cuenta que es un lenguaje y una construcción de conocimiento. Pero estos dos aspectos son de orden cultural: tienen sus momentos históricos y dan sentido a las instituciones de la sociedad, sean asuntos discursivos, de ciencias exactas o de otro tipo”, expresa Winston Licona Calpe, docente de la UN en Manizales.
En ese sentido, economía y cultura se complementan desde épocas milenarias: “nuestros ancestros, antes de capturar un animal y al repartirlo comunitariamente o antes de cultivar la tierra, invocaban a los dioses”.
Había un rito sobre las formas de producir. Así, buscar el sustento involucraba mitos, ritos y artefactos, lo que convertía a dicha actividad cotidiana en un problema cultural.
Asimismo, la economía se ve como un asunto puramente monetario, una visión que la separa de lo espiritual.
“Es como si la gente, en el momento en que está produciendo, en que está dedicada a su trabajo, no estuviera entregando parte vital de su existencia. Pero esa entrega también se torna rito y, por tanto, construcción cultural”, manifiesta el profesor Licona.
“Esta separación se ha inventado para escamotear una integración en la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida, del desarrollo espiritual y material de las comunidades. Todo ello en una época en la que asistimos a una incertidumbre, a unas sociedades del caos con una profunda lógica de rentabilidades que pierde de vista que los seres humanos vinieron al mundo para pasársela bien. Por eso, se hace urgente suscitar nuevas reflexiones sobre las consecuencias de su disociación”, declara.
(Por:Fin/amej/fgd)