Manizales, abr. 21 de 2014 - Agencia de Noticias UN- En el país los cementerios tienen una marcada influencia de la iglesia católica. Según un estudio de la U.N., estos espacios se han convertido en museos a cielo abierto de los cuales se pueden extraer múltiples historias.
Un ejemplo de ello se encuentra en el Cementerio San Pedro de Medellín (ahora museo cementerio), el cual pertenecía a las personas adineradas de la ciudad. Sin embargo, cuando estas se trasladaron al barrio El Poblado y dejaron sus fincas de descanso, el campo santo comenzó a rodearse de lo que hoy se conoce como la comuna nororiental.
Debido a los nuevos habitantes que llegaron a instalarse en sus alrededores y al fuerte conflicto armado que se presentó en los noventa, el cementerio se ocupó totalmente en sus galerías laterales.
“Este campo es un reflejo de la ciudad. Aquí se pueden encontrar al expresidente Carlos E. Restrepo y a Jorge Isaacs en tumbas en mármol y con esculturas, pero también expresiones de estéticas populares con tumbas llenas de plumones morados, con figuras de equipos de fútbol o mensajes con la visión que tenía la persona”, comenta el docente David Esteban Molina de la Universidad Nacional de Colombia, quien trabaja desde hace 20 años en este tema y recientemente realizó una tesis doctoral sobre cementerios colombianos.
En Caldas
La investigación fue realizada por el profesor Molina, con el apoyo de Colciencias, acerca de campos de cinco municipios del Eje Cafetero: Manizales y Riosucio (Caldas), Pereira y Marsella (Risaralda), y Circasia (Quindío), aunque también se involucraron los cementerios de 35 a 40 municipios.
En su tesis, el docente encontró que los camposantos son museos a cielo abierto que pueden contar historias. Este resultado se logró en Riosucio, Marsella y Circasia con los cementerios para los no católicos.
“A la iglesia católica se le dio en 1887 el control sobre todos los cementerios del país y hasta 1991 se modificó este modelo. En su Código de Derecho Canónico, la iglesia define una serie de categorías de personas que no pueden ser inhumadas en estos campos católicos sino en la parte trasera de estos lugares”, expresa el docente Molina.
Un caso se dio en Riosucio, en 1958, cuando inhumaron a la señora Belén Valencia. En el acta de defunción fue registrada como pecadora pública, pues fue considerada así por el cura del municipio y, por ello, no mereció ser enterrada dentro del cementerio sino en el muladar, es decir, el lugar en donde estaban los suicidas. Como este caso fueron cientos de personas las enterradas a metros de donde estaban las tumbas.
En este mismo municipio del oriente de Caldas también está el cementerio familiar de los Gärtner. Este se estableció en 1899, cuando el sacerdote pidió que sacaran los restos del político liberal más importante, Carlos Gärtner, quien apoyó la construcción de colegios públicos no católicos.
La iglesia y el cura consideraron que los muertos herejes no deberían estar en el cementerio porque lo volverían impuro. De este modo, sus parientes sacaron los restos e hicieron un campo aparte para su familia.
Caso parecido sucedió en 1932 en Circasia (Quindío) con el Cementerio Libre, construido por el liberal Braulio Botero, debido a problemas similares con la iglesia y los conservadores. Este campo fue dinamitado en los cincuenta y se reconstruyó en los años setenta.
Cementerios no católicos como estos, hoy revelan diferentes facetas de la historia, también existen en Curití (Santander), como el creado por el bisabuelo del actual presidente Juan Manuel Santos; igualmente, el Universal de Barranquilla, así como los de alemanes, británicos y hebreos en Bogotá y Medellín, todos construidos bajo el principio de que estos muertos no cabían en los camposantos católicos.
(Por:Fin/JDCG/sup/pb)