MANIZALES, 12 de noviembre de 2015 — Agencia de Noticias UN- Estudios de prevención, monitoreo y apoyo en el lugar de la emergencia, fueron algunos de los aportes de la U.N. para con los sobrevivientes luego de la tragedia de Armero, sucedida hace tres décadas.
Antes, durante y después de la erupción del Volcán Nevado del Ruiz el 13 de noviembre de 1985, que dejó cerca de 25.000 desaparecidos en el Tolima y cerca de 1.800 damnificados en Caldas, la Universidad Nacional de Colombia estuvo alerta y dispuesta a contribuir con su mirada científica en aquellos aspectos humanitarios que pudiera atender.
Los estudios que durante cinco años se estuvieron realizando sobre el Ruiz les permitieron a los expertos contar con bases sólidas para alertar a la población sobre cualquier fenómeno diferencial que el volcán nevado presentara.
Este aspecto fue posible a partir de ciclos de conferencias con vulcanólogos italianos, suizos, alemanes y franceses, programadas en la U.N. Sede Manizales para informar a la ciudadanía sobre el fenómeno que se avecinaba.
Fue tal el compromiso de los investigadores de la U.N. con la sociedad que, según comenta el profesor Gonzalo Duque Escobar, confiados en que a falta de un sistema telemétrico el volcán se anunciaría a distancia, “uno de los ingenieros miembros del equipo expuso su vida al observar los sismógrafos a tan solo 9 kilómetros del cráter, pues así podría informar por radio sobre cualquier evento de carácter sorpresivo”.
Una preparación anticipada
La recolección de muestras de gases en el interior del cráter Arenas, 24 horas antes del suceso, respondía a la inquietud que los profesores tenían con respecto a los cambios que el macizo presentaba desde hacía por lo menos un año, y que se intensificó en septiembre de 1985 durante una emisión de ceniza volcánica en las zonas rurales y urbanas.
Asimismo, como sustento investigativo, los expertos de la U.N. en Manizales se vincularon a los estudios de geotermia realizados desde 1980 en el Macizo del Ruiz; “éstos fueron liderados por la Central Hidroeléctrica de Caldas (CHEC), que se apoyó en los laboratorios de Química de la Sede; nuestra tarea era monitorear las aguas termales y los gases volcánicos del Nevado”, afirma la profesora Adela Londoño Carvajal.
Con este proceso fue posible la creación del Comité de Estudios Vulcanológicos de la Comunidad Caldense, que posteriormente dio apertura al Observatorio Vulcanológico de Manizales (vinculado a Ingeominas), así como la dotación de un equipo telemétrico para la medición de gases (COSPEC).
La U.N. llevó camillas a la zona de la tragedia
Durante la emergencia, la solidaridad de la U.N. con las víctimas de la tragedia de Armero también congregó a los estudiantes del programa de Diseño Industrial de la Facultad de Artes en la Sede Bogotá.
Más de 80 jóvenes liderados por profesores como Juan Pablo Cortés, diseñaron y construyeron cerca de 120 camillas que llevaron a la zona de la catástrofe durante el proceso de rescate de sobrevivientes.
El docente Cortés recuerda que el principal material de las camillas fue la guadua: “durante día y noche estudiantes y profesores trabajamos consiguiendo los materiales, cortándolos y ensamblando las camillas, unas las hicimos acá, otras en Armero, a donde llevamos los materiales cortados para ensamblarlas”.
Dichas camillas fueron elaboradas bajo criterios propios del diseño: sujetadores que, como elementos fijadores, les permitieran a los heridos ser transportados de manera segura; además, contaron con zona de agarre con gran comodidad, pues los socorristas debían caminar trayectos largos y difíciles para sacar a las víctimas del lodo, por lo tanto, al sujetar la camilla sus manos debían estar cómodas.
Aparte de la guadua como material principal, los estudiantes y profesores de la U.N. utilizaron lonas, reatas, fique, cabuya plástica, material reciclado y sacos de polipropileno, entre otros materiales.
El rediseño del comienzo
El cuerpo profesoral e investigativo de la U.N. Sede Manizales fue vital en las labores de vigilancia científica, con el fin de recolectar información suficiente y necesaria para que expertos de países como Estados Unidos, Japón, Italia, Francia, Suiza, entre otros, atendieran la emergencia desde la gestión y producción de conocimiento.
Asimismo, y posterior al suceso, se inició un trabajo humanitario que dio como resultado la fundación del Cepreve (Centro de Prevención), cuya labor se concentraba en apoyar a las personas damnificadas, a partir de la intensificación y promoción de las metodologías relacionadas con la prevención, manejo y atención de desastres.
“Las alertas eran bien fundadas, y por inexperiencia e incredulidad no se tomaron las medidas necesarias para evacuar a la población en alto riesgo”, puntualiza el profesor Carlos Enrique Ruiz.
(Por: Fin/FLPV/dmh/CA)