Traer los actores del conflicto armado a las aulas de clase es un ejercicio que deben hacer las universidades en los próximos años, para que los jóvenes conozcan de primera mano las realidades del conflicto que ha vivido el país y lo entiendan mejor.
Este es el planteamiento de la profesora Mariela Márquez Quintero, coordinadora de la Cátedra de la Paz que realiza la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Manizales y que incorpora temas y debates en torno a la historia, el posconflicto y la paz con diversos actores.
“Las instituciones de educación superior deben traer a las aulas a las víctimas, los militares, reinsertados y policías, entre otros actores, para que interactúen con los estudiantes. Se trata no solo de que pierdan el miedo, sino también de que se pueda establecer un diálogo a través de la verdad”, manifestó la docente.
Este sería un trabajo de extensión liderado por las universidades, en el cual se puedan reconocer y respetar las diferencias de los actores. También se debe pensar en acciones lideradas por profesores y alumnos para llegar a sectores de la comunidad que están muy solos y no saben cómo vivir el posconflicto (labor pedagógica en barrios y veredas).
Márquez Quintero advirtió además que desde las instituciones de educación superior se debe empezar a enseñar no solo el Acuerdo de paz y lo que este implica para el país, sino también educar y hacer pedagogía desde la axiología y los valores.
“Este ejercicio es de gran relevancia porque perdonar, reconciliarnos, disenso, consenso y derecho a la diferencia son valores que la sociedad debe apropiar para empezar una paz estable y duradera”, dijo la investigadora.
No más “fracasomanía”
De otro lado, el investigador Jorge Hernán Arbeláez Pareja, especialista en Gestión Cultural y Políticas Culturales de la U.N. Sede Manizales, manifestó que existen imaginarios de la idiosincrasia de los colombianos sobre los cuales la academia y la sociedad tienen que comenzar a actuar si se quiere facilitar la reconciliación y la comprensión del otro.
“Uno de estos es que en el país hay una exaltación exagerada de virilidad; mucha gente considera que los problemas se tienen que resolver con la fuerza, la violencia y no el diálogo y la negociación”, dijo el investigador.
El segundo imaginario cultural para cambiar tiene que ver con una especie de “fracasomanía”, la idea recurrente y equivocada de que somos una sociedad fallida.
“Los procesos de paz tienen errores y dificultades, pero esto no implica que todo sea malo. Aquí es donde la pedagogía del Gobierno y la academia deben jugar un papel fundamental para cambiar el chip y que así se empiece a pensar en un país en el que se pueden cambiar hechos y trayectorias sociales desafortunadas”, explicó el investigador.
El último imaginario se trata de considerar que las redes sociales y los medios de comunicación son portadores de información y de verdades políticas incuestionables, lo que en últimas genera dogmas muy resistentes a la discusión y difíciles de cambiar, además de juicios erróneos sobre la situación del país.
“Esto abre la realidad para que Colombia tenga un esquema jurídico más claro frente a lo que debe ser el manejo de las redes sociales. El país requiere un sistema que regule y que le dé condiciones específicas de control a este tema”, comenta la coordinadora de la Cátedra de la Paz.
Tanto Mariela Márquez Quintero como Jorge Hernán Arbeláez Pareja consideran que más allá de que haya ganado el No en el plebiscito, lo más preocupante es la gran abstención para tomar la decisión más importante del país en toda su historia.
Es de recordar que fueron 22 millones de personas las que no ejercieron su derecho al voto, lo cual representa una abstención del 62 %.